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lunes, 11 de mayo de 2015

“ME BROTÓ LA POESÍA” Entrevista a Yaki Setton


A raíz de su participación en el Festival de Literatura realizado durante los días 16 y 17 de abril en la Facultad de Ciencias Sociales de la U.B.A, Yaki Setton nos recibe en su puesto de rector del Colegio Paideia para relatarnos su proceso de formación como escritor, revelándonos algunos de sus procedimientos artísticos e introduciéndonos en los mundos poéticos que fue creando en sus distintas obras, motivado por sus propias crisis personales y su compromiso con la realidad social.
Por Nicolás Gauna.-
¿Recordás cuándo empezaste a escribir tus primeros poemas?
En realidad escribo desde muy chico, de hecho, tengo todavía los cuadernos de cuando tenía, no sé...doce años.  Después seguí escribiendo hasta los veintidós, cuando empecé un taller grupal  de tres años con Diana Belessi, que si bien en ese momento recién empezaba, ya era una escritora conocida. Ahí se escribía de todo pero mi idea era profundizar en la poesía.
¿Esto mientras estudiabas Letras?
Sí, en realidad a los 19 estaba haciendo la carrera de Letras y estudiando cine. Entonces por un lado yo a la UBA entré en el 79 e hice un par de materias de primer año, después hice la conscripción y después entré a Cine en la ENERC. Era la época de la dictadura. En la Escuela entrabamos y fichábamos, como si fueses no sé un obrero en una fábrica, y si llegábamos dos minutos tarde, tenías media falta. El Instituto estaba dirigido por un  capitán de corbeta; era un ámbito absolutamente copado por los militares. Entonces hasta el 84, que terminé de estudiar Cine, lo que hacía era cursar un idioma para mantener la regularidad en Letras. En el instituto yo era el intelectual del grupo, me ha pasado de encontrarme con un par de amigos de ese entonces y que me digan "no, pero vos sabías tanto!" y era porque yo leía mucho desde muy chiquito.  Vivía en Caballito, a dos cuadras de la Biblioteca "Miguel Cané", que después de muchos años me enteré que ahí había sido bibliotecario Borges, y ahí había libros de Fijman, que fue un poeta emblema en los años 30, que evidentemente fueron llevados ahí por Borges. Terminé de estudiar en el Instituto y terminé la carrera de Letras, y luego empecé una carrera académica que hizo que deje de escribir poesía y me dediqué la docencia. Así, en el 90 entré a la carrera de comunicación, donde armé todo un circuito de talleres particulares.
¿Siempre te gustó la docencia o fue a partir de ahí que tomaste ese camino?
No, no me gustó siempre. Empecé dando talleres para chicos. De chico, iba a un espacio que se llama kinder club judío. Después me abrí de esos espacios, pero ahí tuve una formación porque los sábados a la tarde coordinaba encuentros semanales de chicos de ocho a doce años y ahí yo tuve a cargo un grupo y tuve mis primeros contactos, pero igualmente en la facultad no había consciencia como la hay ahora de que una posible salida laboral es ser docente.
En tu formación como escritor, ¿qué otras instancias destacas?
En principio, tengo recuerdos de cuando era chico, haber  terminado de leer David Cooperfield de Dickens y pensar "¡quiero ser escritor!". Me gustaba mucho leer, mi mamá no terminó la secundaria y mi papá era arquitecto. Se recibió de grande y a mí me gustaba hurgar en su biblioteca y leía cosas que estaban totalmente fuera de época,  por ejemplo, Stefan Zweig, que es un escritor austríaco que ahora está de moda, pero en esa época no lo leía nadie y yo lo leía a esa edad, así que imaginate. Después en mi camino a la poesía, a  mí me impactó mucho Rimbaud, no escribo como él pero me impactaba mucho esta idea de un adolescente que de manera así como iluminada llegaba a una incandescencia. Creo que por un lado te juega bien en ese sentido pero por otro lado te juega mal, porque nunca querés publicar o escribir porque querés ser Rimbaud. Después recuerdo el impacto de haber leído por primera vez a Pizarnik, "Trilce" de Vallejo o la masmedula de Girondo. Después mucha influencia de las vanguardias francesas, del surrealismo, de hecho en los 90 saqué una antología  La revuelta Surrealista.
¿Cuánto creciste a lo largo de tus publicaciones y qué objetivos fuiste persiguiendo?
El primer libro lo escribí porque no me quedaba otra que escribirlo. Calculemos que entre el 90 y el 99 no escribí poesía. Pensaba que iba a ser una especie de especialista en la enseñanza de la poética, de hecho yo estaba haciendo un doctorado con Beatriz Sarlo sobre ese tema. Después lo abandoné pero durante todos esos años me olvidé de esa parte mía como escritor. En el 99 tuve una situación personal por la que entre en una especie de crisis y empecé a escribir. Me brotó la poesía. No es que algo yo elegí, necesitaba escribir porque si no reventaba como un sapo. Y de repente escribía muchísimo y ahí fue cuando empecé a pensar, bueno ¿qué hago con esto? y ahí me crucé con Diana en una charla que dio en una universidad, entonces me acerqué, ella se acordaba de mí. Entonces después leyó lo que había escrito, y me ayudó a  corregirlo. Yo ya venía pensando en un libro de Lewis Carroll titulado "El hombre que amaba a las niñas" que eran fotos, y a partir de ahí se me ocurrió pensar en escribir un libro sobre la niñez. Empecé en el 2001 y lo publiqué en el 2002, así que yo creo que una parte de la obra es un registro de la crisis.
Recuerdo el de la niña del subte...
Ése fue el primero que escribí sobre una nena que  vi en el subte. En este poema aparece una cosa media perversa: este libro fue recomendado para ser publicado en algún espacio institucional y en particular este poema perturba mucho e impide que entra en la escuela porque lo que registra la mirada del poema es esa cosa ambigua por parte de los señores del subte observando a la niña.   Yo diría que se me fue imponiendo como un proyecto de escritor ahí, por un lado una escritura que juega con una especie de referencia real y por momentos tiene elementos de la prosa poética y otros que son más el orden de una poesía breve, epifánica, como en el caso del tercer libro, La apariencia de lo esplendido. Ahí hay dos proyectos de escritura que fueron surgiendo.
Cuando termina el proceso de corrección, es decir ¿Cuándo sentís que el poema te cierra?
Me pasa algo raro y es que hay libros donde los poemas juegan de manera aislada, y hay libros en los que si bien hay poemas individuales hay un relato y una continuidad entre los mismos, por ejemplo en Niñas cada poema es individual, en Nombres Propios también, pero en los libros más epifánicos como puede ser La Apariencia o La educación Musical no solo es cada poema el que me va cerrando sino que se va armando como un tono general en la obra. Por lo cual diría, que por un lado si hay correcciones individuales, a veces son cinco, o más no llevo el registro, pero por otro lado hay una visión general del libro. Yo creo que decidís no seguir corrigiendo porque hay un riesgo, porque si bien una primera escritura no te garantiza un poema, en el proceso de re escritura a veces pasa que llegas a tener el poema y de tanta corrección, lo dejas de tener.
En Nombres Propios se puede apreciar una necesidad del Yo poético de nombrar con nombre y apellido a personajes que no sólo fueron olvidados sino que parecen no haber sido reconocidos nunca, ¿crees que esta es una de las características de la poesía?
No de toda la poesía, pero de la literatura sí, creo que sí. Para mí, Nombres Propios es una manera personal de recordar y hacer justicia. Esa fue la idea, por eso aparecen nombres propios reales rescatando a través de lo que yo escribo acontecimientos políticos crueles, complejos, ambiguos e injustos por medio de la poesía.
¿Disfrutas de realizar alguna otra actividad artística?
Si, por ejemplo cuando hice Nombres Propios me armé un corto-documental para presentar el libro, eso es algo que me gusta mucho. En la escritura de un libro siempre estoy rodeado de materiales, a veces materiales audio-visuales, siempre materiales textuales. Siempre necesito tener voces que me rodean y entonces de pronto empiezo a tomar como una voz que no es la mía, que nunca es la mía, sino una construcción, obvio. La fotografía y el cine me enloquecen. La música también me acompaña muchísimo cuando escribo.
Estuviste en el festival de Literatura en Sociales, ¿qué importancia tiene para vos participar en este tipo de eventos?
Siempre sirven para probar materiales. De hecho por lo general, me gusta ir con cosas nuevas, con papeles con cosas que voy escribiendo y que aún no forman parte de un libro. Quiero leer lo que estoy haciendo ahora, porque me molesta la idea de pensar que escribía poesía.
¿Qué libros de poesía actual recomendas?
Uno es El arte de silbar de Sonia Scarabelli, que editó Bajo la luna el año pasado, otro es Chestterton de Alejandro Crotto. También estoy leyendo un libro titulado 101, Memorias de un Pianista  de una chica rosarina de 16 años, Cleffa Takahashi, que me llamó muchísimo la atención; en la obra aparecen funcionando varias voces y me hizo acordar a un libro de Edmond Jabes, donde también confluyen varias voces.
Por último, qué temas te gustaría que aparezcan en tus próximos poemas?

Terminé un libro hace poco que pienso titular Lej, Lejá, que tiene una zona de re- escritura del génesis del Ciclo de Abraham, que se vincula a su vez con la figura de paternidad, la relación padre hijo. Esta relación aparece en La Educación musical  pero de una forma mucho más vivencial y epifánica. Después tengo medio libro de poesía amorosa escrito, y mi idea es es seguir por esa línea, tomando la tradición española, medieval, el siglo de oro, la tradición andaluz, esa mezcla arabe-hebrea-española, o sea viene por allí.

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