A raíz de su participación en el Festival de
Literatura realizado durante los días 16 y 17 de abril en la Facultad de
Ciencias Sociales de la U.B.A, Yaki Setton nos recibe en su puesto de rector
del Colegio Paideia para relatarnos su proceso de formación como escritor,
revelándonos algunos de sus procedimientos artísticos e introduciéndonos en los
mundos poéticos que fue creando en sus distintas obras, motivado por sus
propias crisis personales y su compromiso con la realidad social.
Por Nicolás Gauna.-
¿Recordás cuándo
empezaste a escribir tus primeros poemas?
En realidad escribo desde muy chico, de hecho, tengo
todavía los cuadernos de cuando tenía, no sé...doce años. Después seguí escribiendo hasta los veintidós,
cuando empecé un taller grupal de tres
años con Diana Belessi, que si bien en ese momento recién empezaba, ya era una
escritora conocida. Ahí se escribía de todo pero mi idea era profundizar en la
poesía.
¿Esto mientras
estudiabas Letras?
Sí, en realidad a los 19 estaba haciendo la carrera
de Letras y estudiando cine. Entonces por un lado yo a la UBA entré en el 79 e
hice un par de materias de primer año, después hice la conscripción y después
entré a Cine en la ENERC. Era la época de la dictadura. En la Escuela
entrabamos y fichábamos, como si fueses no sé un obrero en una fábrica, y si
llegábamos dos minutos tarde, tenías media falta. El Instituto estaba dirigido
por un capitán de corbeta; era un ámbito
absolutamente copado por los militares. Entonces hasta el 84, que terminé de
estudiar Cine, lo que hacía era cursar un idioma para mantener la regularidad
en Letras. En el instituto yo era el intelectual del grupo, me ha pasado de
encontrarme con un par de amigos de ese entonces y que me digan "no, pero
vos sabías tanto!" y era porque yo leía mucho desde muy chiquito. Vivía en Caballito, a dos cuadras de la
Biblioteca "Miguel Cané", que después de muchos años me enteré que
ahí había sido bibliotecario Borges, y ahí había libros de Fijman, que fue un
poeta emblema en los años 30, que evidentemente fueron llevados ahí por Borges.
Terminé de estudiar en el Instituto y terminé la carrera de Letras, y luego
empecé una carrera académica que hizo que deje de escribir poesía y me dediqué
la docencia. Así, en el 90 entré a la carrera de comunicación, donde armé todo
un circuito de talleres particulares.
¿Siempre te
gustó la docencia o fue a partir de ahí que tomaste ese camino?
No, no me gustó siempre. Empecé dando talleres para
chicos. De chico, iba a un espacio que se llama kinder club judío. Después me
abrí de esos espacios, pero ahí tuve una formación porque los sábados a la
tarde coordinaba encuentros semanales de chicos de ocho a doce años y ahí yo
tuve a cargo un grupo y tuve mis primeros contactos, pero igualmente en la
facultad no había consciencia como la hay ahora de que una posible salida
laboral es ser docente.
En tu formación
como escritor, ¿qué otras instancias destacas?
En principio, tengo recuerdos de cuando era chico,
haber terminado de leer David
Cooperfield de Dickens y pensar "¡quiero ser escritor!". Me gustaba
mucho leer, mi mamá no terminó la secundaria y mi papá era arquitecto. Se
recibió de grande y a mí me gustaba hurgar en su biblioteca y leía cosas que
estaban totalmente fuera de época, por
ejemplo, Stefan Zweig, que es un escritor austríaco que ahora está de moda,
pero en esa época no lo leía nadie y yo lo leía a esa edad, así que imaginate.
Después en mi camino a la poesía, a mí
me impactó mucho Rimbaud, no escribo como él pero me impactaba mucho esta idea
de un adolescente que de manera así como iluminada llegaba a una
incandescencia. Creo que por un lado te juega bien en ese sentido pero por otro
lado te juega mal, porque nunca querés publicar o escribir porque querés ser
Rimbaud. Después recuerdo el impacto de haber leído por primera vez a Pizarnik,
"Trilce" de Vallejo o la masmedula de Girondo. Después mucha
influencia de las vanguardias francesas, del surrealismo, de hecho en los 90
saqué una antología La revuelta Surrealista.
¿Cuánto creciste
a lo largo de tus publicaciones y qué objetivos fuiste persiguiendo?
El primer libro lo escribí porque no me quedaba otra
que escribirlo. Calculemos que entre el 90 y el 99 no escribí poesía. Pensaba
que iba a ser una especie de especialista en la enseñanza de la poética, de
hecho yo estaba haciendo un doctorado con Beatriz Sarlo sobre ese tema. Después
lo abandoné pero durante todos esos años me olvidé de esa parte mía como
escritor. En el 99 tuve una situación personal por la que entre en una especie
de crisis y empecé a escribir. Me brotó la poesía. No es que algo yo elegí,
necesitaba escribir porque si no reventaba como un sapo. Y de repente escribía
muchísimo y ahí fue cuando empecé a pensar, bueno ¿qué hago con esto? y ahí me
crucé con Diana en una charla que dio en una universidad, entonces me acerqué,
ella se acordaba de mí. Entonces después leyó lo que había escrito, y me ayudó
a corregirlo. Yo ya venía pensando en un
libro de Lewis Carroll titulado "El hombre que amaba a las niñas" que
eran fotos, y a partir de ahí se me ocurrió pensar en escribir un libro sobre
la niñez. Empecé en el 2001 y lo publiqué en el 2002, así que yo creo que una
parte de la obra es un registro de la crisis.
Recuerdo el de
la niña del subte...
Ése fue el primero que escribí sobre una nena que vi en el subte. En este poema aparece una cosa
media perversa: este libro fue recomendado para ser publicado en algún espacio
institucional y en particular este poema perturba mucho e impide que entra en
la escuela porque lo que registra la mirada del poema es esa cosa ambigua por
parte de los señores del subte observando a la niña. Yo diría que se me fue imponiendo como un
proyecto de escritor ahí, por un lado una escritura que juega con una especie
de referencia real y por momentos tiene elementos de la prosa poética y otros
que son más el orden de una poesía breve, epifánica, como en el caso del tercer
libro, La apariencia de lo esplendido.
Ahí hay dos proyectos de escritura que fueron surgiendo.
Cuando termina
el proceso de corrección, es decir ¿Cuándo sentís que el poema te cierra?
Me pasa algo raro y es que hay libros donde los
poemas juegan de manera aislada, y hay libros en los que si bien hay poemas
individuales hay un relato y una continuidad entre los mismos, por ejemplo en Niñas cada poema es individual, en Nombres Propios también, pero en los
libros más epifánicos como puede ser La
Apariencia o La educación Musical
no solo es cada poema el que me va cerrando sino que se va armando como un tono
general en la obra. Por lo cual diría, que por un lado si hay correcciones
individuales, a veces son cinco, o más no llevo el registro, pero por otro lado
hay una visión general del libro. Yo creo que decidís no seguir corrigiendo
porque hay un riesgo, porque si bien una primera escritura no te garantiza un
poema, en el proceso de re escritura a veces pasa que llegas a tener el poema y
de tanta corrección, lo dejas de tener.
En Nombres Propios se puede apreciar una
necesidad del Yo poético de nombrar con nombre y apellido a personajes que no
sólo fueron olvidados sino que parecen no haber sido reconocidos nunca, ¿crees
que esta es una de las características de la poesía?
No de toda la poesía, pero de la literatura sí, creo
que sí. Para mí, Nombres Propios es
una manera personal de recordar y hacer justicia. Esa fue la idea, por eso
aparecen nombres propios reales rescatando a través de lo que yo escribo
acontecimientos políticos crueles, complejos, ambiguos e injustos por medio de
la poesía.
¿Disfrutas de
realizar alguna otra actividad artística?
Si, por ejemplo cuando hice Nombres Propios me armé
un corto-documental para presentar el libro, eso es algo que me gusta mucho. En
la escritura de un libro siempre estoy rodeado de materiales, a veces
materiales audio-visuales, siempre materiales textuales. Siempre necesito tener
voces que me rodean y entonces de pronto empiezo a tomar como una voz que no es
la mía, que nunca es la mía, sino una construcción, obvio. La fotografía y el
cine me enloquecen. La música también me acompaña muchísimo cuando escribo.
Estuviste en el
festival de Literatura en Sociales, ¿qué importancia tiene para vos participar
en este tipo de eventos?
Siempre sirven para probar materiales. De hecho por
lo general, me gusta ir con cosas nuevas, con papeles con cosas que voy
escribiendo y que aún no forman parte de un libro. Quiero leer lo que estoy
haciendo ahora, porque me molesta la idea de pensar que escribía poesía.
¿Qué libros de
poesía actual recomendas?
Uno es El arte
de silbar de Sonia Scarabelli, que editó Bajo la luna el año pasado, otro
es Chestterton de Alejandro Crotto. También
estoy leyendo un libro titulado 101,
Memorias de un Pianista de una chica
rosarina de 16 años, Cleffa Takahashi, que me llamó muchísimo la atención; en
la obra aparecen funcionando varias voces y me hizo acordar a un libro de
Edmond Jabes, donde también confluyen varias voces.
Por último, qué
temas te gustaría que aparezcan en tus próximos poemas?
Terminé un libro hace poco que pienso titular Lej,
Lejá, que tiene una zona de re- escritura del génesis del Ciclo de Abraham, que
se vincula a su vez con la figura de paternidad, la relación padre hijo. Esta
relación aparece en La Educación musical pero de una forma mucho más vivencial y
epifánica. Después tengo medio libro de poesía amorosa escrito, y mi idea es es
seguir por esa línea, tomando la tradición española, medieval, el siglo de oro,
la tradición andaluz, esa mezcla arabe-hebrea-española, o sea viene por allí.
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